CAPITULO 7 Las
Tablas de Piedra Eran el Todo, en la vida y adoración de Israel, giraba en torno al Tabernáculo. La nube de día, y la columna de fuego de noche, eran pruebas fehacientes de la presencia de Dios, quien habitaba en el Lugar Santísimo tras el velo: el lugar más importante y santo de todo el mundo, porque allí estaba la misma presencia de Dios. Sólo el sumo sacerdote podía entrar, el día de la expiación, ante la presencia de Dios en el Lugar Santísimo. Llevar la sangre que había sido derramada en el altar y rociarla sobre la tapa del Arca del Pacto -el Propiciatorio- era la función anual más importante de Aarón. Así como el Lugar Santísimo era el lugar más importante en toda la tierra, el Arca del Pacto, de todos los muebles del Tabernáculo, era el más santo. Esa caja era muy importante y santa por causa de su contenido. Si entendemos el propósito y la función del Tabernáculo, y su ministerio tocante al Arca del Pacto, comprenderemos automáticamente el propósito de los Diez Mandamientos. Ambos son idénticos; la función de las Tablas de Piedra jamás cambia en la Biblia. Esa función no "cambió". ¡Cesó! El propósito y la función de las Tablas de Piedra jamás cambiaron desde el día en que fueron dadas en el Sinaí hasta el día en que ese código escrito fue clavado en la cruz. Al
"Arca del Pacto" se le llamó así Repasemos un punto ya discutido anteriormente sobre el Arca. El Arca del Pacto fue fabricado con un propósito específico: albergar el documento del pacto que instituyó a Israel como nación, siendo dicho pacto los Diez Mandamientos. Estos mandamientos, a saber, el Pacto Antiguo, estaban dentro del Arca. Se le llamaba "Arca del Testimonio", y "Arca del Pacto", porque allí estaba el documento escrito que testificaba contra Israel cuando desobedecía los términos del pacto, a saber: los Diez Mandamientos. Todo esto queda muy claro cuando utilizamos las frases y palabras que el Espíritu Santo usa. Observe cómo los siguientes textos establecen lo que acabamos de decir:
Es obvio que, en este texto, la palabra "testimonio" es intercambiable con "pacto". El Arca del "Testimonio" es el Arca del "Pacto". Es igualmente obvio, en el siguiente pasaje, que el "Testimonio" es los Diez Mandamientos escritos en las Tablas de Piedra. Veamos:
¿Por qué fueron colocados los Diez Mandamientos dentro del Arca del Pacto? ¿Por qué esa caja era tan sagrada que manos humanas no la podían tocar? Para que vea cuán santo era el Arca, lea 2Samuel 5 y 6. Cuando entendamos por qué un hombre murió al instante por haber tocado el Arca, comprenderemos la naturaleza, propósito y función de los Diez Mandamientos que estaban dentro del Arca del Pacto. No
había entrada a la presencia de Dios en el La naturaleza, propósito y función del Arca del Pacto es la naturaleza, propósito y función de los Diez Mandamientos. Estos comenzaron su ministerio en la historia de la redención al ser colocados dentro de la caja diseñada especialmente para ser su albergue. ¿Exactamente cuál era el contenido del Arca del Pacto?; ¿Qué propósito y función específica desempeñó en la vida y adoración de la nación de Israel? La respuesta a estas preguntas es sencilla. El Arca del Pacto vedaba todo camino de acercamiento a la presencia inmediata de Dios hasta tanto los términos del pacto, escritos en las Tablas de Piedra, fuesen cumplidos cabalmente. Dichos términos exigían un tipo de vida que ningún pecador podía producir, y era ese fracaso en obedecer los términos del pacto lo que vedaba la entrada a la presencia de Dios. Sólo Aarón podía entrar al Lugar Santísimo una vez al año. Al entrar, siempre tenía que llevar sangre que había sido derramada en el altar del holocausto. La función, o propósito, de los Diez Mandamientos guardados dentro del Arca del Pacto puede resumirse en una sola palabra: MUERTE. El mensaje dentro de la caja era el mismo comunicado por el velo: "¡ALEJESE - NO TOQUE!" Uzá murió por desobedecer este aviso (2 Samuel 6:6-7). Pablo nos dice lo mismo en los siguientes pasajes:
Es cierto que Pablo dijo que "el mandamiento era para vida". No obstante, por causa del pecado halló que, para él, el mandamiento era "para muerte". Es cierto que los Diez Mandamientos prometían vida al que los cumpliese perfectamente. De igual manera, aseguraban muerte a todo el que los desobedeciese. Ahora bien, las Tablas de Piedra no podrían haber tenido tal efecto de no poseer autoridad como pacto. Un mandamiento, de por sí, no puede matar, a no ser que posea el poder para aplicar la pena de muerte. Y, ningún mandamiento puede dar vida, a menos que sea los términos de un pacto que promete vida. Pablo dice específicamente que el "mandamiento era para vida." Es obvio que hablaba de las Tablas del Pacto, o Diez Mandamientos. Pablo también dice que el mandamiento "le mató". Si los Diez Mandamientos, considerados como pacto, no eran un pacto legal de obras, que prometía vida a cambio de la obediencia o muerte ante la desobediencia, las palabras de Pablo no tendrían sentido alguno. Jesús le respondió al joven rico según lo hizo sólo porque los Diez Mandamientos ofrecen vida a quien los obedece perfectamente. Este joven quería "ganarse" la entrada a la vida eterna, y Jesús le dijo: "guarda la ley" (Mateo 19:17). Cuando el joven le preguntó, "¿cuál de ellos?", Jesús le citó cinco de los mandamientos escritos en las Tablas del Pacto y, de buena medida, le agregó "el segundo más importante mandamiento de todos" (Levítico 19:18). Es tonto y contradictorio preguntar: "¿Si un hijo de Adán guardara perfectamente los Diez Mandamientos, tendría aún su pecado original"? Tal pregunta afirma una clara contradicción. Si una persona pudiera guardar la ley, significaría que nunca hubo en él pecado original; y, es imposible que un hijo de Adán obedezca la ley perfectamente, por tener, cada uno, una naturaleza pecaminosa heredada de su padre Adán, lo que le imposibilita rendir obediencia perfecta. El hecho de que todos los hombres tengan esa naturaleza pecaminosa es lo que imposibilita que un hijo de Adán obedezca perfectamente los Diez Mandamientos. Ningún pecador puede ganarse la justicia mediante la obediencia a las Tablas de Piedra por la sencilla razón de que ningún pecador las puede obedecer. No obstante, las Tablas del Pacto aún ofrecen vida y justicia y amenazan con muerte y condenación. Lo que evita que alguien pueda ganarse la justicia, mediante el cumplimiento del Antiguo Pacto, estriba en la naturaleza del pecador, no en la del pacto. Mientras estaba en vigor el pacto dentro del Arca del Pacto, el camino a Dios permanecía cerrado. Decía: "¡Aléjese!" Nadie podía cumplir los términos de ese pacto. Las "palabras del pacto", o Diez Mandamientos, claramente requerían obediencia perfecta. Nadie podía rendir esa obediencia perfecta, requerida por el pacto, a fin de obtener la justicia prometida. Una vez se violó el pacto, era necesario ofrecer un sacrificio que quitara la maldición incurrida por la desobediencia contra ese pacto. El ministerio sacerdotal, en su totalidad, giraba en torno a los pecados cometidos contra el pacto que estaba dentro del Arca. La sangre rociada sobre el Propiciatorio limpiaba ceremonialmente al israelita por un año; pero esa sangre no podía "limpiar la conciencia" (Hebreos 9:15; 10:2,22). Aarón no podía presentarse ante el pacto con una vida perfectamente santa; tampoco podía ofrecer un sacrificio de sangre capaz de propiciar, y librar de la maldición incurrida por causa de la violación al pacto. El propósito, y la función única, del ministerio aarónico era un constante recordatorio del pecado cometido contra el pacto que estaba dentro del Arca. Todo fue diseñado con la intención de recordarle al pueblo su pecado. Las personas, en quienes el pacto obró genuino arrepentimiento, recibieron la esperanza de un futuro Libertador. Aun así, tenían que vivir de día a día bajo la amenaza del Antiguo Pacto. El Señor Jesucristo, nuestro Fiador del Pacto, nació bajo ese mismo pacto legal que estaba dentro del Arca del Pacto. Cumplió todas sus demandas y ganó la justicia que prometía. Luego murió bajo la maldición de esa misma ley de pacto (Gálatas 3:14), quitando de su pueblo, para siempre, dicha maldición. En el mismo instante en que sufrió la maldición de muerte del Antiguo Pacto, el Nuevo Pacto fue establecido, anulando así el Antiguo (los Diez Mandamientos) y todo lo que requería, ya que había sido plenamente satisfecho. La prueba innegable de esto quedó manifiesta el instante en que Dios rompió el velo de arriba abajo. El aviso, "Permanezca Afuera", fue cambiado a "Entre Confiadamente". Este cambio fue posible porque los términos del Antiguo Pacto habían sido cumplidos. Las Tablas de Piedra han sido descartadas, y el Nuevo Pacto ha sido establecido eternamente en la sangre y justicia de Cristo. El
sacerdocio, los cultos y sacrificios... todos comenzaron No es posible entender la enseñanza bíblica sobre el cambio en los pactos, presentada tan claramente en la epístola a los Hebreos, hasta tanto comprendamos esta verdad que aquí estamos considerando. Este es el argumento principal de los capítulos 8 al 10 de Hebreos. Veamos una breve porción del mismo:
La única razón de ser del sacerdocio, y el sistema de sacrificios, era la administración del Antiguo Pacto: "Y por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para redención de las transgresiones que había durante el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna" (Hebreos 9:15). Todo lo pertinente a la relación especial nacional de Israel con Dios, incluyendo las Tablas del Pacto (Diez Mandamientos), concluyó cuando Cristo, por medio de su vida de obediencia y muerte, cumplió todo reclamo y demanda de aquel Antiguo Pacto, escrito en piedra. Era necesario lograr la liberación de los justos reclamos del pacto antes de que el verdadero Israel de Dios pudiese ser formado y establecido bajo un Nuevo Pacto. La redención de los pecados cometidos bajo el Antiguo Pacto fue lo que precisó que Cristo naciera "bajo la ley" (Gálatas 4:1-7). Las Tablas de Piedra son ahora tan obsoletas como el Arca que las albergó, y el ministerio sacerdotal que roció la sangre sobre su tapa. La relación entre el Pacto de Ley (las Tablas de Piedra dentro del Arca) y el Propiciatorio (la tapa del Arca) es uno de los cuadros más gráficos del evangelio en las Escrituras del Antiguo Testamento. Nos presenta claramente la relación bíblica entre la ley y la gracia. Las Tablas del Pacto (Diez Mandamientos) dentro del Arca representan las justas demandas del pacto legal. ¡He ahí la ley! La tapa del Arca cubre, con sangre propiciatoria, la ley del pacto que ha sido quebrantada. ¡He ahí el evangelio! No hay una sola onza de "gracia", o "evangelio", en ese pacto de ley dentro de la caja. Es pura ley que exige obediencia perfecta como condición para la bendición, y amenaza con muerte la desobediencia. La sangre sobre el Propiciatorio -significa: asiento de misericordia- cubre y esconde el pacto quebrantado y todo pecado contra el mismo. ¡Eso sí que es gracia! A la verdad que fue por su "gracia" que Dios dio la ley para, a través de ella, dar a conocer el pecado. Y más aun, fue por su "gracia" que proveyó el precio que cubre dicho pecado, a saber: la sangre de Cristo, aun cuando no había gracia en los términos del pacto que estaba dentro de la caja. John Newton lo entendió bien, y dijo: "Fue la gracia (usando la ley dentro de la caja) que enseñó a mi corazón a temer; y fue la gracia (mediante la sangre rociada en el propiciatorio) que me quitó el temor. Algunos teólogos retarán la verdad de que los Diez Mandamientos ofrecían vida y justicia a cambio de obediencia perfecta. Niegan esta realidad bíblica sólo porque su teología no admite la validez de ningún tipo de pacto de obras después de Génesis 3:15. Nuestra respuesta a tal posición es: Si los Diez Mandamientos no son un pacto legal, de obras, que puede dar vida y justicia, entonces nosotros, como creyentes, no tenemos justicia. Nuestra justicia es una justicia ganada. Fue ganada por Cristo cuando él cumplió una ley de pacto que tenía el poder de galardonar la obediencia con vida y justicia. ¿Bajo qué otro pacto, aparte del de Sinaí, pudo haber nacido Cristo para poder ganar para nosotros tal justicia? Cuando nuestro Fiador murió en la cruz, ¿sufrió la maldición de un pacto de gracia, o de un pacto de ley y obras? Que cada lector encuentre la respuesta en su sistema teológico, si puede. Algunos escritores intentan hacer que Gálatas 3:24-25 y Colosenses 2:14 enseñen que la propiciación por la sangre de Cristo nos libró de la "esclavitud y los rigores" de la ley ceremonial. "¿Cómo podría alguien creer que Dios Padre llevó a nuestro Señor a muerte de cruz con tal que podamos comer carne de cerdo y librarnos de la circuncisión?" La mera idea es monstruosa. Los que así creen intentan probar que la "ley", que fue despedida en Gálatas 3:24-25, no puede ser los Diez Mandamientos. De acuerdo a su sistema teológico, tal cosa no es posible. Es éste, pues, otro ejemplo de cómo se tuercen textos bíblicos, con el fin de aferrarse a una teología que no tiene fundamento bíblico. El creyente tiene acceso constante e inmediato a la presencia de Dios (Hebreos 10:17-24), sólo porque textos como Gálatas 3:24-25 y Colosenses 2:14 verdaderamente se refieren a las Tablas de Piedra. El pacto de ley ha sido despedido como ayo sobre las conciencias del pueblo de Dios. El menor de los santos, bajo el Nuevo Pacto, goza de privilegios ni aún posibles para el santo Aarón. El propósito y la función de las Tablas del Pacto (los Diez Mandamientos) dentro del Arca caducaron, así como su albergue, el Arca. El yugo sobre la conciencia -que vedaba al pecador la entrada a la presencia de Dios- ha sido quitado por el "obrar y el morir" de nuestro Sustituto. Jamás debemos permitir que alguien vuelva a colocar dicho yugo sobre nuestra conciencia. Debemos comprender que la ley, como pacto, fue quitada para siempre. Su espada fue limpiada de la sangre de nuestro Sustituto aquel día en el Gólgota, y guardada para siempre. Estas palabras de Pablo a los Gálatas debieran estar tatuadas en nuestra mente y corazón: "Estad,
pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, ¿De qué yugo habla Pablo? Es una clara referencia a una "ley"; pero, ¿cuál? Los defensores de Moisés responderán de una vez: "Habla de la ley ceremonial. Esa es la ley que fue removida, y el yugo del cual hemos sido librados. No es posible que esté hablando de los Diez Mandamientos." Tenemos varias preguntas para tal posición interpretativa. ¿Cómo puede ser la "ley ceremonial" un yugo tan terrible? Nuestro Señor vivió toda su vida bajo cada ley ceremonial de las Escrituras del Antiguo Testamento. ¿Será la circuncisión, y la abstención de la carne de cerdo, un asunto tan grande? Los judíos ortodoxos, así como los adventistas del séptimo día y los musulmanes, observan la "ley ceremonial" hasta el día de hoy, y lo hacen con gusto y sin dificultad alguna. Tal interpretación realmente no tiene sentido. El yugo del cual habla Pablo es uno imposible de llevar; no obstante, son muchos los que han llevado la llamada "ley ceremonial", sin considerarla una carga. Los "naturistas" de nuestra generación siguen las leyes ceremoniales del Antiguo Pacto casi al pie de la letra, y nunca se quejan, como si se sintieran bajo un yugo. Es más, su actitud constante es una expresión del gozo y la libertad que han encontrado, y ni siquiera profesan practicar el naturismo por amor a Dios. ¡No! Este yugo está vinculado de alguna manera a la obra propiciatoria de la sangre de Cristo. Tiene que ver con algo más importante que meras ceremonias. John Stott tiene uno de los mejores comentarios que jamás he leído sobre este pasaje bíblico. Veamos:
En un pasaje paralelo -Hechos 15- el Espíritu Santo nos dice claramente qué es este yugo de servidumbre. No es otra cosa sino requerirle a un pecador que logre su propia justicia. Es la imposición de las Tablas de Piedra sobre la conciencia como "acusador y excusador". Hacer de los Diez Mandamientos el portero del trono de Dios es colocar sobre la conciencia una carga imposible de llevar; es resucitar el ministerio del Arca del Pacto en el Tabernáculo para colocarlo dentro de la Iglesia. El tema discutido en el Concilio de Jerusalén no fue primordialmente la "regla para la vida del cristiano", sino, "¿qué tenía que hacer un pecador para ser salvo?" Los Fariseos insistían en que los gentiles tenían que circuncidarse y guardar la ley, no meramente para santificarse, sino ¡para ser salvos! En los versos 8-11, Pedro declara que los corazones de los Gentiles habían sido "purificados por fe". Ellos, tal como los verdaderos creyentes judíos, habían sido salvos por fe, sin la ley. Su conclusión es sencilla y diáfana: "¿Por qué tentáis a Dios, imponiendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?" Ahora bien, ¿qué yugo es éste? Sea el que sea, el evangelio nos liberó de su servidumbre. Es el mismo yugo del cual nos avisa Pablo en Gálatas 5:1. Es el yugo que los varones en Hechos 15:1 y 5 pretendían imponer sobre los Gentiles. ¿Y qué yugo era ese? ¡Estaban diciendo que tenían que obedecer la ley para ser salvos! Estaban colocando la ley entre el pecador y el Salvador, haciendo del Pacto Mosaico el evangelio, y añadiendo la ley a la gracia. El "yugo" en Hechos 15 no tiene que ver con "ley ceremonial". Es, mas bien, la lucha de la conciencia que procura ser aceptada por medio de las obras. Luego, en el mismo capítulo (Hechos 15:24-29) se recomienda la observación de ciertas leyes "ceremoniales" (mezcladas sin distinción con ley moral) por respeto a la conciencia de los judíos. Ninguna de las leyes ceremoniales era "yugo de servidumbre" de por sí. Pablo instruye a los creyentes a que lleven, a veces, el yugo de alguna de las "leyes ceremoniales", o aun todas, a fin de evitar que un hermano débil tropiece (Romanos 14 y I Corintios 8 al 10). El yugo del cual Pedro habla en Hechos 15, el que Pablo menciona en Gálatas 5:1 y el que Hebreos discute en 9:5, es un yugo que nadie puede llevar. No es otra cosa que la ley, como pacto, impuesta sobre la conciencia. Es el esfuerzo de cumplir la ley para ganar la salvación. Ese yugo consiste en la comprensión de que, ni tenemos la vida justa que el pacto justamente exige, ni el sacrificio aceptable para presentar ante Dios en propiciación de nuestra culpa. Colocamos este yugo sobre la conciencia cada vez que usamos los Diez Mandamientos como si aún estuvieran dentro del Arca del Pacto, sin haber sido deshechos en Cristo. Al hacerlo así, permitimos que el "código escrito" (los Diez Mandamientos) esté nuevamente en pie contra nosotros (Colosenses 2:14), en vez de ver esas Tablas de Piedra como: cumplidas eternamente en Cristo. Ese código escrito nos era contrario, porque no podíamos satisfacer sus términos justos y santos. Cuando nuestro Fiador cumplió esos términos, el "código escrito" en las Tablas del Pacto quedó cancelado. Jamás debemos permitir que un judaizante use el Antiguo Pacto "contra nosotros". La predicación de la ley a la conciencia, con sus amenazas de muerte y vida, es un yugo que sólo un Fariseo, engañado por sí mismo, puede pretender llevar, y eso, con un sentido de orgullo, en vez de gozo. Y, ¿quién ha conocido a un Fariseo gozoso y victorioso? La circuncisión y las listas de "comidas limpias" son observadas hoy en día por mucha gente que ni siquiera profesan ser salvos; y ellos no sienten la más mínima carga. No podríamos concluir este capítulo de mejor manera que citando las siguientes palabras de John Bunyan:
Notas del capítulo 7: ____________________________________ 14 The Message of Galatians, John R. Stott, IVP, p. 132 15 The Law And The Christian, de Bunyan's Works, Edición Baker, Vol. 2, p. 338
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