Quiero Hablarle De Corazón a Corazón
Dios dice en su Palabra que "está destinado a los hombres que mueran una vez, y después el juicio" (Hebreos 9:27). Cuando llegue la muerte, habrá pasado la última posible oportunidad de buscar la salvación de Dios en Cristo. Nos hace falta dicha salvación por el hecho innegable de que todos nacemos en pecado; somos pecadores, y estamos "destituídos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Que usted acepte esta alarmante realidad o no, no cambiará el hecho de que "todo hombre dará cuenta a Dios de sus obras, sean buenas o malas" (II Corintios 5:10). ¡Y eso le incluye a usted! Y lo terrible y alarmante del caso es que lo que se va a perder eternamente, en caso de que llegue ante Dios -ese día del juicio final- sin estar bajo la sangre de Jesucristo, no son meramente las cosas materiales; es SU ALMA la que se perderá para siempre en el castigo eterno del lago de fuego (Apocalípsis 20:14). Por eso Cristo, cuando estuvo aquí en la tierra, dijo: "Porque ¿de qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? "(Mateo 16:26). Tantas personas viven buscando sólo los bienes materiales -siempre temporeros- en desprecio de su propia alma, mostrando así que el pecado que los ha cegado los lleva también como animales al matadero. Pero nuestro "corazón es muy engañoso", dice la Biblia, "¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9). La Biblia nos dice que "sobre toda cosa guardada, debemos guardar nuestro corazón" (Proverbios 4:23). Y, sin embargo, es nuestro propio corazón -lleno de pecado- el que nos engaña, asegurándonos que estamos bien ante Dios; que está demás el alarmarnos por nuestra condición espiritual. Usted me preguntará: "¿Por qué tanta importancia en que yo guarde mi corazón?" Le diré, en primer lugar, que según Proverbios 4:23, del alma es que emana la vida. Pero un corazón viviendo en muerte espiritual sólo produce fruto de muerte, no de vida. El Señor Jesucristo dijo: "bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5:8). Usted me dirá: "entonces, me ocuparé de obrar en mi corazón cosas buenas." Eso suena bien, pero tiene un grave problema, a saber: que el corazón, por su condición pecaminosa, nos hace creer que podemos producir tales obras buenas. Sin embargo, Dios nos dice que "Lo que sale de la boca, del corazón sale; y es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas son las que contaminan al hombre" (Mateo 15:18-19). Es imposible que intente producir buenos frutos de su corazón no regenerado, pues tal estado de corazón sólo produce fruto de pecado ante los ojos de Dios aunque ante los hombres parezca cosa buena y agradable. Proverbios 20:9 nos pregunta de la siguiente manera: "¿Quién podrá decir: yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?" Hablándole de corazón a corazón, estimado lector, le diré que Dios nos requiere "amarle de todo el corazón, alma y mente" (Mateo 22:37). La Biblia también requiere que "sea perfecto vuestro corazón para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos, y guardando sus mandamientos..." (I Reyes 8:61). Claro está, aunque Dios requiere de todo hombre y mujer la sumisión, adoración y la obediencia perfecta, no es menos cierto que sólo un corazón regenerado -lavado en la sangre de Cristo- podrá agradarle mediante la obediencia. Aún así, hay todavía una esperanza para usted. Me pregunta: ¿cuál es esa esperanza? ¿Como puedo llegar a poseerla? Le diré lo siguiente: Dios
aún está en el "negocio" de salvar almas. El
llama a los hombres, diciéndoles: "Buscad
a Jehová mientras puede ser hallado. Llamadle en tanto que está
cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos;
y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia,
y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar" En lugar de endurecer su corazón ante Dios, como avisa Hebreos 4:7 diciendo: "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón", deberá, asi como el Salmista David, venir ante Dios con un corazón contrito y humillado, suplicándole que en su misericordia, cree en Ud. un "corazón limpio y un espíritu recto" (Salmo 51:10,17). David llevaba una pesada carga en su corazón: su pecado acosaba su conciencia día y noche. El dijo: "mi pecado está siempre delante de mí"(:3). ¡El sí que sintió la plaga de su corazón, cosa que vemos en palabras como éstas: "..borra mis "rebeliones", "lávame más y más de mi maldad", "reconozco mis rebeliones", "purifícame y seré limpio" y "borra mis maldades"! Le puedo decir, de corazón a corazón, que el resultado de sentir la plaga del pecado del corazón, y de acudir al trono de Dios para hallar en la sangre de Cristo la limpieza total, es una vida en paz con Dios; una vida que sabe que ha guardado lo más importante: su alma. Examínese hoy ante Dios y busque de él mientras aún está a tiempo. De ocurrir ésto en usted por la gracia de Dios, habrá guardado eternamente en Cristo su alma. ¡Oro a Dios que él le ayude hoy! DMS
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